La muerte de una mariposa
Solo pude sentir dolor por ella, la vi que el
corazón se arrugaba con cada golpe, era un acto de total cobardía, brutal y
vehemente infamia. Su cuerpo era una escena de autopsia y sus alas estaban
hechas trizas. Los golpes iban y venían sin cesar; con burla y más fuertes cada
vez. Dos seres la humillaban, sin miramientos la atacaban y no reparaban en
insultarla.
Ella quería escapar, luchaba contra lo ineluctable,
extendía lo que quedaba de sus alas alzando el vuelo a milímetros del suelo
para luego chocarse con las rocas; era una escena amarga, oscura para ser un
día soleado.
Yo no pude ayudarla, a lo mejor no quise, quizás fui
cobarde. No tuve el valor de enfrentarme a lo incómodo y tal vez salvarla. Solo
volteé mi rostro y seguí mi camino; no pude ver el fin, no tuve corazón para
ver morir un ser tan frágil.
Andrés Lázaro, La muerte de una mariposa.
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